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¿Serán los dioses ocultos? Mientras Saúl Hernández, vocalista y líder de la mítica banda de rock Caifanes, entonaba la primera rola en Morelia, pensaba en cómo fuerzas oscuras se mueven bajo nuestros pies, en nuestras espaldas; a veces frente a nuestros propios ojos, y tejen una conspiración tras otra.
No es el gobierno, ahora quienes son visibles en las posiciones de poder son sólo peones, engranes de una enorme máquina que devora todo lo que se le opone; gobierno es ahora un peldaño de la superestructura sin rostros que toma las decisiones. Nadie sabe quiénes son, pero todos sentimos sus decisiones.
No es solamente la desaparición de Salvador Adame o los constantes embates a periodistas y reporteros, es el miedo a salir a la calle porque un loco en cualquier momento puede sacar una pistola y disparar. Es la incertidumbre de saber que en los bares o “antros”, alguien que no quiere pagar la cuenta puede empezar a disparar en cualquier momento.
Vemos como una cosa natural los bloqueos de vialidades, muertos por arma de fuego, robo de vehículos a plena luz del día y con lujo de violencia; agresiones y abusos en contra de mujeres y niños. Todo lo malo lo vemos como aceptable, encontramos alguna justificación, soslayamos el problema y seguimos de frente.
¿Serán los dioses ocultos? El destino de Michoacán no está dirigido al fracaso. Ahora, la ausencia de Salvador Adame obliga a que el gremio periodístico se una y exija, primero la aparición del comunicador; luego, fijar nuevos objetivos y avanzar. Es el ejemplo que deben seguir los michoacanos y no resignarse a la “desgracia” que nos envuelve.